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La presencia de las casas redondas dentro del sistema ferroviario mexicano es una muestra de la creatividad e ingenio de cientos de trabajadores ferrocarrileros que día a día realizaban sus labores en las fosas o en la mesa giratoria.
Como tributo a esos esfuerzos cotidianos y a las construcciones que ahora forman parte del patrimonio industrial, el museo se complace en presentar una selección de 19 imágenes que pertenecen al Fondo Comisión de Avalúo e Inventarios, acervo fotográfico de gran valor para la historia de los ferrocarriles mexicanos.
Las fotografías muestran detalles tecnológicos, arquitectónicos y sociales de las casas redondas en los distintos centros ferroviarios durante los años 1926 a 1930.
En ellas encontramos aspectos tales como: su ubicación dentro de los talleres, su estructura, el número de vías que convergían a las fosas, la mesa giratoria, con su singular mecanismo, los trabajadores en sus distintas labores, y por supuesto, las locomotoras que llegaban a reparación.
En la red ferroviaria del país, las casas redondas se distribuían en distancias relativamente cortas, debido a que las locomotoras de vapor tenían recorridos máximos de ocho horas, lo que cubría unos 150 a 200 kilómetros. Con la llegada de las locomotoras diésel, las casas redondas pudieron espaciarse incluso más allá de los 500 kilómetros entre una y otra, ya que estas locomotoras eran capaces de desarrollar velocidades más altas y cubrir mayores distancias.